A consecuencia
de las muertes de una persona joven y otra anciana compartí unas reflexiones
sobre la muerte. Después del probable genocidio, aún sin confirmar por los
propios yanomamis, de decenas de indígenas de la etnia Yanomami publiqué en mi
facebook unas referencias a las noticias y algún comentario.
Ha habido
comentarios y en algunos me piden alguna extensión. Por ello he decidido
publicarlo todo en el blog de un modo global ya que las publicaciones en el
muro de facebook a menudo les llegan a los amigos entre otras de otros amigos y
puede perderse el hilo. De ahí alguno de los comentarios.
Comentarios
sobre la muerte
La muerte de
una persona anciana se experimenta como un llegar a puerto. La de una persona
joven pilla más de sorpresa se experimenta como "un naufragio", algo
antinatural, carente de sentido, más trágica si cabe,.. Pero toda muerte
moviliza en los vivos emociones, preguntas existenciales profundas, en resumen una
"crisis" que se resuelve reforzando las ideas que la cultura tiene
sobre la muerte o abriendo al sujeto a otras interpretaciones que recambian las
ideas previas.
En la cercanía
de la muerte, los vivos, comparados con los muertos, podemos sentirnos
insoportablemente banales tanto por encontrar nuestro interior falso o vacío
como por aumentar la valía del muerto en el proceso del duelo. Generalmente se
discriminan las emociones, se toleran y fomentan las "buenas", se
reprimen las "malas" como la rabia, otras se inhiben...
La muerte sólo
tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la
vida. Cuando uno no sabe aun lo que es su vida, ¿cómo podría conocer lo que es
la muerte? La vida no vivida... es una enfermedad de muerte...
El que murió, simplemente
se nos adelantó, porque la muerte es el destino de todos. Su muerte brinda la
oportunidad de revisar nuestra vida quizás por primera vez de un modo profundo
ya que existe, en general, un miedo a la muerte que la convierte en un tabú a
rechazar de nuestra percepción cotidiana. Si no hay revisión no se pueden
introducir cambios en el modo de vivir. No basta con pensar en la muerte, sino
que se debe tenerla siempre al lado como compañera de camino que señala la
finitud del tiempo. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más
fecunda y alegre. La muerte propia no llega más que una vez, pero se hace
sentir en todos los momentos de la vida. La muerte nos roba la presencia de los
seres amados pero puede inmortalizarlos en el recuerdo. Si no se cortan las
ataduras durante la vida, ¿qué esperanza de liberación tendrás durante la
muerte? ¡Al muerto hay que dejarlo partir! Cuántos no pueden morirse en paz porque
les es insoportable el dolor paralizante o la indefensión que les va a quedar a
los vivos y la dificultad que van a tener en reconstruir sus vidas. Cuantos se
aferran a pedir que los muertos los sigan cuidando o los esperen o les
faciliten el tránsito en la propia muerte.
Cuando se es
consciente de la muerte, se acaba asumiendo la propia soledad, condición
necesaria para experimentar un sentimiento de genuina libertad en la relación
con otros, de modo que las relaciones no compensen las carencias internas, y
funcionen mientras sean creativas, vivas y permitan seguir creciendo. Desde esa
libertad se elije la separación al mantenimiento de un vínculo que está muerto
y mata. Cuando se ha hecho el trabajo de hacer consciente la propia muerte se
puede dejar partir al muerto, sin invocarlo, pedirle cuidados o alucinar su
presencia.
El
proceso de duelo es sumamente personal e individual: no existe una manera
correcta o incorrecta de hacer duelo. Cada persona necesita su propio tiempo
para aprender del proceso, encontrar alivio al sufrimiento y reestructurar su
vida. Pero el proceso de duelo tiene una finalidad, desplegar la vida del
superviviente. Hay procesos de duelo que conducen a la reestructuración, otros,
sin embargo conducen a una regresión, a reforzar un vínculo que ya no tiene
facticidad real lo que supone para el superviviente una muerte en vida. Nadie
puede suplir el proceso de duelo de otro, ni imponerle una dirección o una ideología
cultural, pero si puede acompañarle y hacerle saber que el proceso es normal,
saludable, que conviene que lo pase sin anestesiarse con negaciones, con
fármacos, son sucedáneos ideológicos, que puede contar con la compañía de otros
caminantes que desean que el proceso de duelo le conduzca a una vida más
plena... Y si quien está haciendo el duelo es un ser cercano estar activo en la
ayuda: escuchando, facilitando la expresión de las emociones buenas y malas, la
toma de decisiones adecuadas para sus cuidados propios y la de los familiares,
especialmente de los niños, protegiendo el proceso para que otros, lo que es bastante
frecuente, no puedan imponer o condicionar una salida ideologizada… en
definitiva ayudando a que la crisis conduzca a una resolución saludable.
En el 92 realicé
con mi amigo Javier Castillo una expedición antropológica partiendo de Puerto
Ayacucho en una embarcación "curiara" a motor con un guía y
provisiones para el viaje. Nos internamos hacia el sur de Venezuela siguiendo
el curso del rio colindando la frontera con Colombia hasta en el corazón de la
selva amazónica recorriendo los ríos Siapa, Casiquiarea, Ocamo.. y sus
afluentes para conectar con distintas comunidades Yanomami.
En
facebook comenté que de los yanomami aprendí varias cosas sobre la muerte.
Explicó someramente algo de esto. En el contacto con los yanomami asistimos a
una ceremonia sobre la muerte. Fue una invitación poco común. Suponemos que
llegamos a establecer una buena relación de intercambio, como ejemplo en
ocasiones me pidieron que viese algún enfermo, que interviniera en alguna
herida… Los yanomami creman a sus muertos. Recogen los restos óseos y los
pulverizan guardando la harina. En la ceremonia se reunía todo el poblado. En
el centro había varias personas familiares de distintos muertos. Los chamanes
escenificaban episodios de las vidas de los muertos. El resto de la gente
escuchaba o conversaba. Había preparado un jugo hecho con plátano y en un momento
lo repartían en cuencos para que los asistentes lo tomáramos. Y a los
familiares les vertían las harinas mencionadas. De ese modo se cerraba el ciclo
sin quedar conservado ningún resto del muerto. La ceremonia se hacía cuando los
vivos consideraban que habían hecho el duelo juntándose en un mismo acto los
familiares preparados independientemente del tiempo transcurrido de la muerte.
Noticias sobre
el genocidio, comentarios de El Secretario Ejecutivo de Horonami Organización
Yanomami y otros:
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